El Nuevo Herald, Miami, sábado 17 de marzo del 2012
Raquel Revuelta en toda su dimensión
William Navarrete
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Cubanos de todas las generaciones recuerdan las actuaciones de la actriz Raquel Revuelta, tanto para el cine como para el teatro y la televisión de Cuba. En diferentes etapas de la vida cultural del país su personalidad histriónica la convirtió en icono de la pequeña y gran pantalla. Para quienes vivieron la época republicana, su imagen se asocia a su actuación en la película Siete muertes a plazo fijo (1950), dirigida por Manuel Alonso, en donde actuó junto a Rosendo Rosell y Alejandro Lugo. En televisión, por su interpretación en grandes obras del teatro universal en los programas Un romance cada jueves y Gran teatro del sábado. A quienes les tocó vivir el período posterior a 1959, la recordarán entre los personajes de Lucía (1968), una película de Humberto Solás o en la telenovela Doña Bárbara (1977), interpretando el extraordinario personaje de la novela homónima de Rómulo Gallegos.
Nacida en 1925, Raquel Revuelta tuvo una larga y fecunda trayectoria artística a la que sólo pudo poner fin su fallecimiento, ocurrido en La Habana, en el 2004. Por eso algunos han visto muchas de sus obras y creen conocerla demasiado. De esa certeza errónea nos hace dudar el escritor Juan Cueto-Roig en su reciente libro Raquel Revuelta. A la memoria de una actriz, publicado en Miami, en una edición personal y limitada a cien ejemplares. El propio Cueto se asombra de la repercusión que ha tenido el libro dentro y fuera de Cuba. Alguna que otra personalidad de la cultura cubana oficial se ha sentido molesta porque este homenaje de tan completos matices haya sido publicado por un exiliado en Miami y no por una editorial del gobierno al que, en resumidas cuentas, la actriz se plegó durante 45 años de su vida y carrera. Para muchos es difícil aceptar que Raquel Revuelta habiendo conocido y actuado durante la época de esplendor y libertad de expresión de la Cuba republicana, haya podido luego continuar trabajando sin cuestionar nunca al régimen totalitario y censor.
El libro aquí presentado tiene el mérito de haber sido concebido con el celo de quien no descuida calidad del formato, ni de imágenes. A ello debe sumarse otra cualidad afortunada: las imágenes de la actriz ocupan la mayor cantidad de páginas posibles, por encima de elogios verbales. La tercera virtud del libro es la evidencia de la pujanza artística de la Cuba de los años 40 y 50. Basta observar el recuadro de las estaciones de televisión latinoamericanas para descubrir que, en 1956, Cuba tenía 16 estaciones televisivas, mientras que México poseía 10, Brasil 6 y Argentina sólo una. Hojeando las páginas de este libro la fecunda carrera artística de la actriz: entre 1955-1957 Cueto anota un centenar de actuaciones para la televisión sacadas de las páginas del Diario de la Marina.
El libro retoma muchos de los comentarios de la prensa sobre memorables actuaciones en obras como Juana de Lorena, Un tranvía llamado deseo, Corona de sombras, Medea, Yerma, Macbeth o Santa Juana de América. A ello se añaden sendas entrevistas realizadas por el autor, una a Raquel Revuelta y otra al actor Manolo Coego, compañero de actuación de ésta antes de exiliarse.
Tres secciones de imágenes con fotografías durantes actuaciones y afiches publicitarios completan las secciones de Cine, Televisión y Teatro. Es ésta a mi juicio, la parte más enjundiosa del libro pues el autor vuelca en ella toda la documentación que conservaba en sus archivos personales, así como otras imágenes adquiridas gracias a la colaboración de Igor Urquiza, nieto de la actriz y el periodista Fernando del Castillo. De esta selección, Cueto rescata las imágenes de la televisión de los años 50 cuyos programas, en su mayoría, no fueron conservados. Resultan particularmente atractivas las imágenes de la actriz en series televisivas como La casa de Bernarda Alba (junto a Maritza Rosales), La malquerida (con Ernesto de Gali) o Yerma (con Mary Munné).
Tratándose de una vida artística tan prolífica el libro no puede ser más que un bosquejo que salva para la posteridad un patrimonio condenado al olvido. Esa salvaguarda fue el primer objetivo del autor, por encima de cuestionamientos políticos, pues sabido es que Raquel Revuelta se puso sin reparos el uniforme de miliciana, algo que siguiendo la elección estética del autor no aparecerá mencionado en el libro. Al final, el álbum familiar de la actriz muestra la intimidad de la familia, sus hijos, nietos e incluso su madre, la también actriz Silvia Planas. También se añaden muchas fotos de Raquel Revuelta junto a queridos amigos.
Los lectores agradecerán Juan Cueto su esmero y dedicación al sacar a la luz todos estos documentos y ponerlos de esta forma a disposición de los cubanos de mañana. Su labor, por supuesto, inspira el mismo respeto que ha manifestado él hacia esta actriz, quien también fue su amiga y a quien de joven admiró desde las primeras veces en que la vio actuar en La Habana de otros tiempos.
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Raquel Revuelta.